venerdì 7 novembre 2008

Subir sueños

Mi bicicleta subía sin esfuerzo aparente entre las voces alegres del silencio que abrazaban los ángulos del tiempo. La mañana era fresca rodeada por las montañas orgullosas como agujas Góticas. Mis piernas daban vueltas seguras transmitiendo mis sentimientos a la carretera.
Los Alpes son una diga que divide la realidad del sueño y la llanura es ya un recuerdo muy lejano dejado atrás como mis años pasados. Mientras subo, la vegetación pierde su rostro verdoso y se substituye a las piedras grises que coronan la cabeza de cada montaña. Mi respiración es jadeante debido al altura que ya emana sus olores enrarecido y mi mirada ya llega al alto de la montaña, donde mi sueño será realidad.
Mis oídos oyen el ligero rumor de la cadena y el pesante resoplar de mis pensamientos desaparecer en el sabio canto de la nada. El sol sobre mi cabeza acompaña con su mirada una gota de sudor que está a punto de pararse sobre mis labios. Su sabor es dulce como la fatiga hecha para placer. Mi imaginación toca sin vergüenza la imagine de ciclistas míticos y la voz del comentador de una cadena extranjera se convierte en la imagen de mi llegada solitaria. Mis manos suben al cielo como ramos de un árbol tocando la consistencia de la nada. Me paro y apoyo mi bicicleta al suelo justo en el punto donde la carretera empieza a bajar. Me siento sobre una piedra clara y contemplo el maravilloso panorama que ciega mis ojos. Un águila vuela silenciosa en el cielo y su cola roba un rayo dorado al sol que ya está a punto de caer detrás de un otra noche. Tengo que bajar, otros sueños me están esperando al fondo del valle.

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